SALUD

De la adicción a los videojuegos a la lucha por recuperar la vida: la historia de Natalia

En algún punto, los videojuegos dejaron de ser solo una diversión para Natalia y se convirtieron en su refugio. Una profunda tristeza, causada por la enfermedad de su abuela, la empujó a aislarse del mundo exterior, llevándola a una vida dominada por League of Legends. Pasaba hasta 17 horas al día frente a la pantalla, lo que poco a poco afectó su salud física y emocional.

Todo comenzó cuando tenía 16 años. La enfermedad de Alzheimer de su abuela, la persona que más la cuidaba, la dejó sin el apoyo emocional que necesitaba, y su respuesta fue encerrarse en su habitación, donde la comida le era llevada. Lo que parecía un escape temporal, terminó por convertirse en una adicción que duró hasta los 24 años.

Natalia pasaba 17 horas continuas sentada frente a la computadora. (Foto ilustrativa: Adobe Stock)

«Me encerré en mi casa y empecé a jugar LOL», relata Natalia. Este fue el inicio de un ciclo de aislamiento y dependencia. A medida que las horas frente a la computadora se acumulaban, su vida social se desmoronaba. Dejó de ver a sus amigos, y las únicas interacciones que tenía eran a través del juego en línea. Su mundo real se redujo al espacio virtual, donde las relaciones humanas se sentían distantes y desconectadas.

El impacto de este aislamiento no fue solo social. Su salud física también comenzó a deteriorarse. Natalia pasó de ser una adolescente activa, dedicada al deporte, a ganar 80 kilos tras abandonar el voleibol. El aumento de peso y el malestar físico que venían con las largas sesiones de juego la alejaron aún más del mundo exterior. La ansiedad y la depresión alimentaban su necesidad de jugar, y la culpa por el tiempo perdido la mantenía atrapada en ese ciclo destructivo.

“Me dolía el cuerpo y los ojos. Las piernas se me hinchaban por estar quieta”, cuenta Natalia. No solo estaba perdiendo su forma física, sino que también descuidaba su higiene personal y su apariencia, otra señal de cómo la adicción había consumido su vida por completo.

A pesar de haber superado su dependencia a los videojuegos, Natalia lucha ahora con las secuelas de aquellos años. La adicción a los videojuegos fue reemplazada por una relación complicada con la comida, y aunque ha dejado atrás las pantallas, las cicatrices emocionales y físicas persisten.

«Me ha costado ser quien era antes», confiesa Natalia, lamentando cómo la adicción cambió su vida. Si bien ha logrado salir del agujero en el que estaba atrapada, aún enfrenta el dolor de las secuelas, tanto físicas como emocionales. Hoy, sigue en el proceso de recuperar su autoestima y sanar las heridas dejadas por años de aislamiento y dependencia.

Esta historia es un recordatorio de cómo una adicción puede apoderarse de la vida de una persona, y de la importancia de buscar ayuda antes de que sea demasiado tarde.

 

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